-------- ----------------------

22 de enero de 2011

Tercer relato: Una cita de muerte: Parte II

Durante la pausa publicitaria, al contrario que otros días, el plató mantiene un estatismo propio de figuras de mármol, atendiendo con especial curiosidad al invitado, que no para de compartir conmigo opiniones acerca de lo que le ha costado llegar al plató.
—No puedes imaginar la cantidad de defunciones de última hora que he tenido.
— ¿Defunciones?
Cada persona comenta anécdotas de sus oficios, sus altercados en la fábrica, los chistes en la oficina, aumento de horas, disminución de salario… Pero, ¿hablar con naturalidad de la muerte de tantas almas? Entiendo que es su deber, su rutina, sin embargo es impactante su neutralidad en este tipo de conversaciones.
— Si te soy sincero — me dice con un susurro casi inaudito — he concedido esta entrevista porque creo que es el momento oportuno.
— ¿Qué intenta decir?
— No te asustes, tranquilo. Me refiero a que cada vez la sociedad está perdiendo la esperanza en ellos, en el hombre, el universo. Estáis en una crisis existencial, en la que actuáis más que por instinto, por mecanización. Los sueños, las utopías, las inquietudes tan características de este ser superior que es el ser humano están desapareciendo, se extinguen como una llama en sus últimos segundos de vida. Os habéis convertido en máquinas aún más dependientes que esos aparatejos que invitáis. En definitiva, vengo a intentar revivir esa llama, despertando en vosotros la fe, el miedo, la esperanza, creer en algo, para que podáis conseguir lo que siempre habéis buscado. Remover entre vuestros sentimientos para sacar algo de vida, aunque suene extraño que yo lo diga…
— ¿Qué hemos buscado siempre?
— La felicidad amigo mío, la felicidad.
Esta pequeña charla me ha abierto los ojos. La Muerte no viene a juzgarnos, ni a llamar la atención, ni siquiera a demostrar su existencia, sino a guiarnos. Debe resultarle frustrante acompañar almas de un lado a otro y ver como se degrada nuestro ser.
— Entramos en tres, dos, uno — la regidora da paso de nuevo a la entrevista.
Vuelvo a dar paso a la conversación y retomo las preguntas puestas en el guión.
— Todos estos milenios has conocido a cientos de millones de personas, entre ellas, grandes celebridades. ¿Podrías contarnos tu experiencia con ellos, y sus reacciones?
— Ciertamente —comienza— son muchas las celebridades a las que he tenido el honor de guiar a su eterno descanso, pero son pocos de ellos los que me han conmovido o impresionado. Por ejemplo, para mi sorpresa, el temido Atila el Huno al llegar su hora no pareció afrontarlo con la misma valentía que contra sus enemigos. Si os soy sincero —dice poniendo sus esqueléticas manos sobre su pecho vano y hueco— no he visto a nadie llorar más que a él —ríe y prosigue— O Shakespeare, que al conocerme me dijo: “Desgraciado soy al verte, pero agradecido estoy de ello, porque esperando estuve tu llegada, más el dolor de abandonar este mundo me mata”, a la vez que sonreía mirando el oscuro de mi cóncavo cráneo — su voz se torna un tanto emotiva. —Son demasiados y no podría nombrarlos a todos en un solo día.
— Entonces, ¿podemos asegurar que existe vida después de la muerte?
— Yo no he afirmado eso, querido amigo. Estas anécdotas que comparto con vosotros no son más que los escasos minutos en los que me encargo de sus almas para hacerlos ir “al otro lado”, que puede ser vida, o no… Es una necesidad vuestra la de creer, la de hipotetizarlo todo. No soy quién para corromper a la sabia naturaleza.
— Muy bien, entonces no insistamos más— prefiero no incomodar al invitado, y aún menos a este en concreto. —Aunque no tengamos conciencia de ello, nos estamos comunicando con usted mediante el castellano. ¿Se trata de algún tipo de “telepatía” o simplemente sabe hablarlo?
A pesar de parecer una pregunta sin sentido, la Muerte me responde: Debo repetirte que son muchos los años que llevo en esto, yo me he adaptado al lenguaje desde que erais unos simples monos. De alguna manera, me habéis enseñado a trataros, a comunicarme con vosotros, a conoceros. ¿No crees que resultaría muy difícil comunicarte quién soy y que ha llegado tu hora por señas o mediante sonidos monosilábicos?
— Por supuesto, resultaría imposible
— Pues a eso me refiero. En definitiva me habéis enseñado a hablar— finaliza su frase con una profunda carcajada.
— Tu aspecto, tu forma de ser, tus cualidades, tus pertenencias —digo señalando su guadaña y su túnica— ¿cómo hemos conseguido acertar tu verdadero aspecto si ni siquiera hemos conocido tu existencia?
— En primer lugar, ¿quién os ha dicho que habéis acertado, o es coincidencia? Nada de eso. Me presento ante vosotros como la Muerte que vosotros habéis forjado con el tiempo, con la experiencia y la ayuda de vuestros antepasados. ¿Por qué un esqueleto andante con túnica negra? Pues porque la calavera es un cuerpo en descomposición, la ausencia de vida; la túnica negra, oscuridad, ocultismo. La guadaña es afilada, y una herramienta de antiguos agricultores, arma acusadora para el juez de la vida. Todo son detalles que habéis creado vosotros mismos.
— ¿Y por qué no te has presentado como algo distinto? ¿Un objeto, u otro ser?
— Si me presento ante vosotros como algo cuyo concepto ya tenéis predeterminado y conocéis, este concepto cambiará radicalmente al juzgar mi manera de ser, mi actitud, mi presencia, y relacionareis razonablemente la Muerte con aquello en lo que me he transformado. Supongamos que decido acudir al plató siendo un niño, ¿qué ocurriría? Pues estableceríais un vínculo conceptual entre Muerte y niño. De manera que la presencia de un niño incomodaría hasta la última alma que me ha conocido con esa forma.
— Es muy cierto — digo impresionado por la explicación. Por el pequeño auricular de mi oído el director me dice que debo ir despidiendo el programa, que ha finalizado la entrevista —Bueno, me temo que ha llegado el momento de despedirnos de esta gran amiga nuestra. Muchas gracias Muerte.
— No, gracias a vosotros
— ¿Quieres decir algunas palabras antes de irte?
— Sí, claro — se incorpora, coge su guadaña, y dirigiéndose a cámara dice— Siento deciros esto, pero no se ha tratado de ninguna entrevista novedosa ni increíble. No habéis hecho ninguna entrevista a nadie en especial. Si os dais cuenta os habéis hecho una entrevista a vosotros mismos. No he hecho más que asentir a vuestras constantes creencias acerca de la Muerte.  ¿Sabéis algo que no sabíais antes? No. Simplemente creéis en ello, pero no sabéis nada. Sin duda ha sido un placer estar con vosotros, pero solo como simple compañía. Hasta pronto.
Tal y como dice estas palabras se aproxima a mí, estrecha mi sudorosa mano y se dirige al exterior, para desaparecer y volver al trabajo. Pero no se va, se queda esperando en la salida, como esperando a que algo suceda.
— ¿Ocurre algo? — le pregunto.
— No, nada en absoluto.
— Bueno, —me dirijo a cámara— esta noche lo hemos pasado en buena compañía con…
Pero algo ha ocurrido en el plató, un grito ensordecedor ha alterado al público. Al parecer le ha ocurrido algo a alguien.
— ¡Llamad a una ambulancia! ¡Esta mujer está sufriendo un infarto! —dice el regidor a voces.
Me aproximo a la persona que se encuentra en el suelo y para mi sorpresa, se trata de la mujer mayor quien tanto llamó mi atención. No puedo creerlo. Hacía apenas cinco minutos podía sentir la mirada enérgica y vivaz de esta señora, que ahora se encontraba echada en el suelo del plató, cerrando poco a poco sus ojos azules. Con nerviosismo se acerca un chico joven a mí, y me dice —Estoy estudiando medicina, puedo intentar ayudarle.
Afirmo con la cabeza y le dejo el espacio suficiente para que pueda trabajar, aunque por la expresión que refleja su cara, parece que haya pocas esperanzas. Coloca cuidadosamente sus dedos índice y corazón en su cuello.
— No tiene pulso. Ha…
— Muerto —digo entre dientes para evitar cundir el pánico entre los espectadores, y giro mi cabeza para ver lo que, tarde o temprano iba a suceder, la Muerte.
Ésta se acerca lentamente, flotando, con ritmo solemne, apartando de su camino aquello que le estorba. Finalmente nos encontramos todos alrededor de la Muerte y la mujer fallecida, expectantes a lo que iba a ocurrir.
— Sofía Menéndez García —dice dirigiéndose al cuerpo inerte de la señora— ¿me podría acompañar, por favor?
Silencio. Lo único que podemos oír es el silencio en un enorme plató en el que las cámaras enfocan directamente al evento inaudito que nos ha sorprendido.
— Por supuesto —articulan los labios de la mujer tendida en el suelo, cuya tez refleja paz y serenidad — Ya era hora, hijo.
La mujer fallecida comienza a flotar y a incorporarse hasta estar totalmente erguida. Ahora, la Muerte alza su guadaña y toca con su afilada hoja la frente de la señora sin llegar a provocarle un corte y el cuerpo vuelve a caer inerte. Pero algo queda flotando en el aire, como un péndulo de humo, trasparente, cuya forma es similar a la de la mujer. No podemos creer lo que está sucediendo, pero sí que sabemos que es lo que ocurre.
— Llevaba usted mucho tiempo esperándome — le dice la Muerte, ofreciéndole el brazo para que la etérea forma de la señora lo tomara.
— Por supuesto que sí, desde que te llevaste a mi marido he estado atenta, a ver si llegabas de una vez por todas.
Mientras dialogan se dirigen hacia la salida del plató, intercambiando miradas, risas… Nunca imaginé que podría ver algo así en mi vida.
— Me moría por conocerte — le dice ella.
— Lo sé, lo sé… —le contesta la Muerte, cumpliendo, una vez más, su deber.

Licencia Creative Commons
"Una cita de muerte" por Obras de un escritor novel se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.obrasdeunescritornovel.blogspot.com.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen relato, me ha puesto los pelos de punta, siempre es bueno ver las continuaciones de los relatos, aunque para ello haya que esperar más de tres meses... x)
Pero bueno, lo dicho, está bastante bastante bien, me siento orgulloso de tener un amigo escritor.
Ahora, lo próximo es el libro, espero ansioso a tener ese ejemplar en mis manos. Seré uno de tus fans!
Un abrazo muy fuerte.
VCJ

Publicar un comentario