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24 de octubre de 2010

Tercer relato: Una cita de muerte: Parte I


A pesar de estar seguro de mi madurez y de mi confianza en mí mismo, no sé si soy afortunado, o todo lo contrario. Puede ser que más de una persona desee estar en mi lugar, y también es cierto que esta entrevista da un importante impulso a mi carrera como periodista, pero entrevistarle me resulta más incómodo que terrorífico.
— Media hora y le recibimos en plató— me comunica la coordinadora del proyecto “Una cita de muerte” — y tranquilízate hombre. Hoy es tu día—intenta animarme— así que no la pifies—aunque no lo ha conseguido.
En sus labios suena más sencillo, no va a entrevistar a unos de los personajes más antiguos y misteriosos de todos los tiempos. ¡Claro!, y aún menos tiene que enfrentarse a una audiencia de 10 millones de personas, con sus rechonchas narices pegadas a la pantalla del televisor oyendo a, la que tarde o temprano, los conducirá con agrado al otro barrio.
El camerino es el lugar ideal para relajarme antes de la tan esperada entrevista, sin duda. Sin embargo, no puedo mantener la calma, apuro los minutos antes del encuentro intentando tranquilizarme, sin obtener resultado. Me aproximo al espejo, sin perderlo de vista me coloco bien el traje, ajusto mi corbata, retoco el peinado, ¿está cargado el aliento? Pues sí, lo está un poco. Nada que no se arregle con una pequeña dosis de enjuague bucal.
Tres golpes en la puerta me sobresaltan y me liberan del interminable bucle de ideas en el que me he sumergido con tantos nervios — Ya está aquí, empezamos en dos minutos. Suerte.
Ya he salido de mi camerino, y tras unos delicados toques de maquillajes en el rostro, me encuentro sentado en la butaca de piel en la que voy a vivir la experiencia más impactante de mi vida, cara a cara con la Muerte, que se dice rápido.
El público espera impaciente la llegada de nuestro singular invitado, sin atender a las sencillas explicaciones del regidor, quien tantas señas le estaban haciendo sudar. Pero entre todos, alguien llama mi atención. Una señora mayor, se encuentra en primera fila, y a diferencia de los demás, su arrugada cara desprende serenidad y paz descubriendo una leve sonrisa, al mismo tiempo que su mirada recorre de un lado a otro el plató.
De inmediato se ha hecho un silencio sepulcral, y un ambiente tenebroso invade el plató. La entrevista está a punto de comenzar, y el regidor me está haciendo señas para indicarme que debo situarme frente a la cámara, para comenzar el programa.
— Cinco, cuatro, tres, dos… — mientras contaba en voz alta iba reiterándolo con sus dedos gruesos y regordetes.
La bombilla roja sobre las cámaras se acaba de encender, y el letrero luminoso con el texto “EN DIRECTO” iluminado me advierte de que comienza mi calvario. Es el momento entonces. Miro a la cámara, sonrío y empieza la función.
— Buenas noches amigos — comienzo con un tono de voz suave y misterioso, sin intención de alterar a las masas — Bienvenidos a este especial de “Una cita de muerte”. Como ustedes sabrán, desde los orígenes de la vida, una sombra nos ha seguido de cerca, acechante, a la espera de que “nuestro momento” llegue, y nos facilite el paso a la otra vida. Para algunos, no es más que la manera de personificar el momento de morir. Para otros, es una figura a la que respetar y mantener alejada. Y para otros muchos, se trata de un “dios” al que rendir culto y adorar. Sin duda, es una ocasión muy especial para todos. Por ello, recibamos con un fuerte aplauso a la mismísima “Muerte”.
La música de recepción para invitados se componía de una monótona melodía de fondo, acompañada de algunos sonidos, que recordaban a los antiguos teléfonos móviles polifónicos. Rápidamente, los focos se centran en la puerta de entrada giratoria, esperando con ansias la magnífica aparición.
Y… aparece frente a todos nosotros. La muerte.
Describirla no resulta muy complicado, pero describir su presencia y la angustiosa sensación de tener ante mí al que tantas vidas se ha cobrado, es imposible.
Como si flotase sobre el suelo encerado, se aproxima lentamente hacia mí, con su enorme toga negra impecable, y tomando un poco de impulso con su grandiosa guadaña, afilada y reluciente. Además, saluda de buen agrado al público, moviendo de un lado a otro su esquelética mano. Una extraña sensación el ver a la muerte. Y simpatizando con el público…
— ¡Bienvenida! Muchas gracias por darnos el placer de tenerte esta noche con nosotros— estoy intentando mantener los nervios a un lado, y no sudar demasiado.
Le estrecho la delicada mano huesuda y le indico su asiento.
— El placer es mío, Mario. — me responde con una voz muy grave, casi inaudible, proveniente de lo más profundo de su ser. Puede ser que ahora comprenda el significado de la palabra “ultratumba”.
Tras algunos movimientos bruscos, consigue encontrar la posición perfecta para continuar cómodamente la entrevista.
— En primer lugar — quise continuar — el primer problema se nos plantea a la hora de dirigirnos a usted. Realmente, ¿cómo prefiere que le llamemos? A lo largo de la historia ha ido tomando diferentes apodos como “La Parca”, la “Santa Muerte”, e incluso ángel, como Azrael, ángel de la muerte.

— Ejem.. — ha carraspeado levemente antes de comenzar a hablar— Bueno, para referirse a mí es necesario olvidar por completo el sentido de la persona, del sexo masculino, o del femenino. Cuando se habla de muerte, no se está hablando de tal persona, o tal cosa, a la que se puede apelar con un número y un género. — Se esforzaba en explicar y hacer entender a todos lo que intentaba decir, reforzando sus teorías con gestos exagerados — No soy nadie, pero soy. Simplemente. Entiendo que la dificultad del asunto puede confundir, sin embargo es así. Podríamos decir que nadie puede dirigirse a mí, no estoy destinado a ello. Pero se pueden hacer excepciones. — Termina la frase con una alegre, aunque terrorífica carcajada y prosigue—  Tutéame y no te esfuerces en ponerme nombre, porque realmente no tengo
De momento el público se echa a reír junto con… bueno ya sabéis, me ha dicho que no le puedo “apelar”.
— De acuerdo, lo que usted diga. — La entrevista que tan rara me resultó al comienzo, se embauca hacia un dialogo habitual y cotidiano. — Estoy seguro de que muchos de los espectadores estará pensando mil y una cuestiones que plantearle a la Muerte. Intentaremos en esta noche despejar dudas y realizar las preguntas más oportunas para esta visita tan especial.
El público cuchichea levemente tras las cámaras señalando y siguiendo de manera tensa su atenta mirada a cada movimiento que la “Parca” realiza. Sin embargo, la señora mayor no se altera, parece no inmutarse por su presencia. Parece conocerle
— Comencemos con las preguntas.
— Adelante — responde eufóricamente, encantado de ser el centro de atención. Para demostrarlo, deja la guadaña flotando en el aire y apoya su brazo en el respaldo del sillón.
—Por favor, explícanos cómo es ser la muerte. ¿Es duro? Debe ser un trabajo complicado y estresante.
— Es la rutina, nada más. Llevo trabajando en esto desde... en fin, desde siempre— vuelve a reír— Es mi deber, más que mi trabajo, no cobro por ello. Me considero un fiel sirviente, alguien quien espera paciente que hayas culminado tu vida para acompañarte hasta el lugar donde mereces estar. Pero  por desgracia— ahora adopta un tono más melancólico— hay casos en los que debo apresurarme a recoger almas que han abandonado el dificultoso camino de la vida. Hablo de curvas peligrosas sin casco, hablo de rayas en un baño de una discoteca, hablo de coches bomba, hablo de una mujer que sufre y un hombre que hace sufrir. Morir no es “destino” o “azar”, morir es una cuestión humana. Yo solo me encargo de lo que viene después.
— Es de agradecer que nos explique esto, porque son muchos los que culpan a “La Muerte”, y no a las consecuencias humanas. ¿Se siente ofendido? — ya he olvidado la tensión, y los nervios se han esfumado.
— Por supuesto que no. Para mí no es un alago, por supuesto, pero no me afecta. Durante siglos los ideales del hombre han cuestionado mi justicia. Algunos me han esperado con ansias, mientras que otros han huido de mí. Como dijo mi querido amigo Albert, todo es relativo.
— De modo que podemos afirmar que las opiniones humanas no le resultan molestas, ¿cierto?
— Claro que no. De hecho, ni siquiera me concierne. Centro mi atención en mi obligación, y nada más. No tengo el placer de sentarme a reflexionar sobre ello, a pesar de desearlo — No puedo apreciar su rostro bajo la flamígera capucha negra, pero puedo percibir algo de simpatía en su comportamiento, en su forma de ser. Quizás sea este el modo de ganar la confianza de cada alma.
En el preciso momento en el que me dispongo a realizarle otra pregunta, me infirman por el diminuto aparato electrónico que no debo hacerlo.
—Debemos dar paso a publicidad. En breves minutos nos volvemos a encontrar aquí, en “Una cita de muerte”

Licencia Creative Commons
"Una cita de muerte" por Obras de un escritor novel se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en www.obrasdeunescritornovel.blogspot.com.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, que hay por decir, está bastante bien, pero sale de lo que siempre nos han contado sobre la Muerte y todo lo relacionado con ella, por tanto, es otra forma de ver las cosas y entenderlas, desde luego está bastante bien, y , como siempre, esperando la segunda parte. :)

VCJ

Anónimo dijo...

Pues siento contradecir al anterior comentario porque se ve a la "muerte" como siempre nos la hemos imaginado, con toga negra y esquelética y con respecto a su forma de ser es verda que desde siempre nos hemos pensado que es fríbola y sin habla, pero actualmente esa imagen de ella se ve muy amenudo en la televisión, por ejemplo. El relato esta bien, no está mal, solo que es diferente, extraño.

TPM

Anónimo dijo...

Bueno, cada vez que me encuentro con una entrada nueva, con un nuevo relato me quedo más sorprendid@ de la capacidad que tienes para desarrollar una idea y hacernosla llegar. La capacidad que tienes de entretener y de hacer que los lectores quieran más. Estoy deseando ver como terminará esta estupenda entrevista y la viejecita mi tiene intrigad@. Sigue así, con tus temas atípicos y tus relatos de intriga. Te salen de muerte ;) jaja

un beso :) ED.

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